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martes, 3 de noviembre de 2015

El día en que Halloween se volvió, de verdad, terrorífico

"Casa de salud mental Lovecraft VIPS"... Increíble pero cierto.

Es mucho más fácil de lo que creemos hacer daño a otras personas, no hace falta que seamos conscientes de ello. En el ámbito que nos ocupa, el de la salud mental, es frecuente encontrarnos con opiniones, actitudes y manifestaciones que ayudan bien poco a acabar con los prejuicios.

Un par de días antes de la fiesta de Halloween, uno de los integrantes de la mesa se encontró, en un restaurante de un centro comercial, una situación bastante desagradable; es normal que, en estas fechas, se utilicen todo tipo de monstruos, fantasmas, zombies y vampiros para infundir temor (o humor) entre los clientes. Pero en ese restaurante alguien pensó en utilizar la enfermedad mental como el medio para ese fin, el miedo. Concretamente, y como podéis ver en las fotos, habían colgado carteles extremadamente desagradables sobre casas de salud mental y, una vez dentro, celdas en las que se encerraba a personas con distintos trastornos, algunos de dudosa existencia: esquizofrenia, bipolar, ludópata compulsivo, histeria...

Te sientas a cenar y te encuentras con esto: ¡Creo que ya no tengo hambre!

Los trabajadores del restaurante no habían visto el mal en ello, les parecía una idea simpática para decorar su local; en definitiva, no se puede decir que actuaran con maldad, pero sí con mucha ignorancia, y es la ignorancia lo que alimenta el miedo...

En el restaurante se portaron bien: tras varias explicaciones, accedieron a retirar los carteles, y así se quedó la cosa.

Ahora cabe preguntarse: ¿Por qué seguimos asociando la enfermedad mental con algo terrorífico? ¿Cómo acabar con este tipo de ideas peregrinas?

No hay una solución mágica, claro: educación, compromisos éticos por parte de los medios de comunicación, incidir una y otra vez, en que una persona con enfermedad mental es tan peligrosa como cualquier otra...

La sensación que queda después de encontrarse todo este panorama es agridulce. Por un lado, viendo estas imágenes es evidente que estamos muy lejos de acabar con el estigma, el miedo y la discriminación. Por otra parte, que los trabajadores del restaurante hayan sido capaces de comprender lo que significan esos carteles en las vidas de miles de personas, aporta un rayo de esperanza.

Queda mucho por hacer, pero puede hacerse.

¿Muchas ideas equivocadas o un sentido del humor macabro?

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